"Llegué a aquella casona de la calle Chile (Capital Federal)
-construida en 1890- y cuando vi el frente que debía ser restaurado
sentí que era realmente un desafío.
La propietaria se interesó en un aviso mío
y la pregunta fue: ¿Puede dejarlo tal como era?
A pesar de tener la certeza de poder hacerlo, quise que ella
tuviese confianza, de modo que le propuse trabajar por una semana sin
cargo, al término de la cual podría decidir si yo
continuaba con la restauración o no.
Bueno, al cabo de una semana, la propietaria pasó con su
automóvil y al ver lo que ya estaba hecho levantó el
pulgar en señal de aprobación."
(Relato de Marcelo Gigli)
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